Cuenta Valerio del Bierzo en sus “Obras†que entre los eremitas y anacoretas que eligieron en el siglo VII las agrestes tierras del Valle del Silencio como lugar de retiro y oración se encontraba un tal Saturnino, discÃpulo suyo, que procedente de lejanas tierras, habrÃa edificado en Montes de Valdueza, en uno de los rincones en los que se retiraba el mismÃsimo San Fructuoso – junto a una cruz de madera- un oratorio dedicado a la Santa Cruz, San Pantaleón y otros mártires. El nuevo santuario, consagrado por el obispo de Astorga, Aurelio, se encontraba encaramado sobre la roca, al pie del precipicio que se abrÃa sobre el valle. Tras la muerte de Valerio, hacia 695, la historia de nuestra ermita se desvanece por completo, engullida por los confusos acontecimientos relacionados con la invasión musulmana y unos decenios posteriores de total opacidad documental.
Casi dos siglos después, Genadio, emulando al gran patriarca del monacato berciano visigodo, recuperó la vida monástica en aquellos valles y restauró algunas de las viejas fundaciones visigodas. Se levanta de nuevo asÃ, a finales del siglo IX, el antigo monasterio “Rufianenseâ€, conocido a partir de ahora como San Pedro de Montes, que habrÃa de alcanzar una gran expansión y notoriedad durante toda la Edad Media. Es en este mismo momento, o quizás muy poco después, cuando se devuelve a la vida la próxima ermita de Santa Cruz, como constaba por un epÃgrafe fechado en 905 que hacÃa referencia a su dedicación múltiple.
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