$wp_cache_debug_username = '295cc923830677aca5c24e9b0fcaf3c0'; $wpsc_version = 169; El último día del escuadrón de la muerte » Capital León
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Cultura recibe el fondo fotográfico de Manuel Martín, con imágenes inéditas de la jornada en la que Franco se despidió en León de la Legión Cóndor del III Reich

Publico.es PEIO H. RIAÑO Madrid

Franco condecora a un nazi de la Cóndor.-MANUEL MARTÏN

La mañana del 22 de mayo de 1939 era soleada y la Falange había preparado la ciudad de León con sus mejores galas: guirnaldas, yugos, flechas, águilas y esvásticas. En una de las semanas más dichosas para Francisco Franco durante sus primeras jornadas como dictador. Llega a la ciudad leonesa tres días después del gran desfile de su victoria, con una parada de 120.000 soldados, según los periódicos de la época, en un recorrido por el Paseo de la Castellana, Recoletos y El Prado.

Con un protocolo más humilde, pero no menos espeluznante, asiste acompañado por el Jefe del Aire, Alfredo Kindelán, a despedir a las tropas de la Legión Cóndor del III Reich, que habían llegado a España a mejorar su tecnología aeronáutica, a entrenarse para campañas más importantes y a convertir este país en un campo de tiro, cuyo apogeo fue el bombardeo de la ciudad de Gernica, el 26 de abril de 1937, con más de 120 muertos.

El importante fondo se compone de casi 150.000 negativos de todo el siglo XX

El dictador eligió la pequeña base aérea de Virgen del Camino, próxima a León, regentada por una escuadrilla de aviadores nazis destinados a sofocar el frente del Norte. Al parecer, no podía despedirse de las tropas de la muerte días después en Vigo, desde donde zarparon de vuelta a casa.

El aviso de la llegada de Franco al pequeño campo lo protagoniza una sección de la Guardia Mora. «La presencia de esta bizarra tropa causó gratísima impresión», contó entonces el diario Proa, de la Falange leonesa. Franco, el deseado, llega con un cuarto de hora de retraso. Se apea del coche, saluda a la bandera y pasa revista a pie a la línea de aviadores legionarios que presentan armas. Además de Kindelán, le acompaña el general Dávila, ministro de la Defensa Nacional.

Contra las gentes rojas
«Destruyó fotos del frente por miedo a represalias», dice el hijo de Martín

Desde la tribuna, Franco, dirigiéndose a Wolfram von Richthofen, comandante en jefe de la Legión Cóndor, despide al macabro escuadrón recordando que «el Führer fue el hombre que en un momento de peligro supo querer y comprender a España», que las legiones alemanas acudieron «al ver invadida nuestra patria por las gentes rojas de Moscú y por la escoria comunista de Europa», y que esta «afinidad en el pensamiento» resurge en sus «heroicas hazañas» escritas en tierras españolas, donde «tanta sangre habéis dejado» de la que brotará esa primavera «las flores y las amapolas de la paz».

Von Richthofen no se queda atrás y responde: «Esta amistad quedará aun más honda y sellada para siempre por la sangre vertida en común, en el sacrificio que hemos hecho en holocausto de nuestros ideales». Dichosa palabra. En un momento de su alocución, la banda de música rompe con la interpretación de Yo tenía un camarada, «que todos los presentes escuchan con emoción, con el brazo en alto», cuenta El Norte de Castilla. Y para finalizar, comunica a Kindelán que ha hecho una colecta entre los soldados nazis para contribuir con una donación a las familias de los caídos en la aviación del Ejército sublevado. «La colecta suma un millón de pesetas», y entonces el público cierra con gritos de «Â¡Heil Hitler!» y «Â¡Viva Franco!».

En medio del atropello, varios fotógrafos van de un lado a otro, toman imágenes de la importancia del acontecimiento. Uno de ellos es el reportero civil Manuel Martín (1905-1985), que acude al aeródromo para documentar un acto que más tarde venderá como recuerdo a soldados y vecinos en su establecimiento fotográfico recién inaugurado, Foto Exakta, en una calle, bien céntrica de León: Generalísimo Franco, 1.

El reportero se coló en el acto para vender imágenes a las tropas nazis

Una importante donación
Su hijo, Manuel Martín Martínez, cuenta a este periódico la falta de atención que dio su padre a su propio trabajo. «De lo que no se preocupó nunca fue de archivar. Había cajones con negativos colocados de cualquier manera, así que empecé a ordenarlos a los 15 años», recuerda. Sin embargo, guardaba joyas como la marcha de los Cóndor. «También hizo fotos del frente de la montaña leonesa. Pero tras la guerra, la Falange buscaba fotógrafos con material comprometedor. Mis padres, por miedo a represalias, quemaron todas las imágenes de la guerra», explica Manuel.

Manuel hijo acaba de donar a la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Cultura casi 150.000 negativos de él y su padre. Dos fotógrafos que cruzaron el siglo XX, desde León a Berlín. En los próximos días llegarán al Centro Documental de la Memoria Histórica en Salamanca para unirse a los fondos de Kati Horna, Agustí Centelles, Erich Andrés, Renau, los Mayo, Nieto y una próxima incorporación del fotógrafo de los tanquistas rusos.

«Yo era más artístico, él más reportero», asegura. «Llegó a la fotografía por amor a la foto. Después de la mili trabajaba en un ultramarinos. Leía y aprendía la técnica a ratos. Fue un autodidacta. Hasta que entró a trabajar en un laboratorio y se profesionalizó», resume.

El reportaje, de casi 500 imágenes de dos intensos días de celebraciones en León, incluye también el paseíllo vespertino del Ejército sublevado por la capital decorada. En el recorrido, Franco se asomó al balcón del Palacio de la Diputación y dirigió algunas palabras: «Yo os prometo morir antes de que se malogre nuestra revolución». Dijo haber salvado a España de la «barbarie marxista». Curiosamente, también se sentía orgulloso de luchar por un país donde «las masas pobres y humildes no puedan ser jamás explotadas por los poderosos».

Postales para el recuerdo
Manuel Martín aprendió tarde el oficio, pero remató su aprendizaje en La Gafa de Oro, una óptica con tienda fotográfica que durante la Guerra Civil vivió su momento dorado: se cogían encargos para 15 o 20 días que hacían los soldados nazis. Las crónicas recogen también que en el negocio de Francisco Lorenzo, en aquel momento, llegaron a trabajar hasta cuatro empleados lavando las copias, secando y cortando fotos con guillotina. Los alemanes llevaban muchas fotos para revelar y copiar. Tantas, que Manuel montó su propio laboratorio.

En el escaparate colocaba las imágenes de los últimos reportajes que había hecho. Numeradas, para que los clientes eligieran y encargaran reproducciones. Hacía y vendía postales de fotos que él mismo tomaba. Uno de los acontecimientos que cubrió para los alemanes, pero no para los periódicos, fue la despedida de la Legión Cóndor desde el aeropuerto a la ciudad. Él miraba para complacer el gusto de sus compradores, pero aquello no era un acto cualquiera. Los soldados de la muerte marchaban con la cabeza alta y las medallas ensangrentadas, y no estaban solos.

 

 

 

 

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